martes, 5 de agosto de 2008

Para una mujer que aprendio a fumar

Debilitando el cigarrillo de octubre, bajo las renuncias de mis deseos, cree niebla en la soledad de su laberinto, y le entregué la mitad de mi cigarrillo aún con incesante calor en sus arterias, y ella dijo que lo había intentado, que su intención siempre fue crear una habitación en el viento, pero que todos sus intentos serian inútiles. –Cierra la garganta, que el vacío se apodere del silencio inconsciente- le dije. Y el humo que derramo en el aire fue un espíritu que perdió su cuerpo uniforme. Fue esplendido haberla visto aprender a conducir los sueños que se niegan a salir del alma, ver salir un paisaje hospitalario del túnel de sus labios. Ella iba perdiendo las vértebras sin delantal del cigarrillo las orillas del ruido y de la noche.

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