domingo, 20 de enero de 2008

Nada te hace responder








Nada te hace responder en la realidad, todos tus conciudadanos quieren escribirte la felicidad en el barro, pero el precipicio ha tomado tu rostro y tu boca; no le pertenece más a la belleza de un sí. No es una frustración el que observes girar la luz alrededor de tu mente; tu lengua gira en un túnel ardiente y tu saliva cae como un arrollo en el fondo de una garganta. Lo vez, lo estas sintiendo: La soledad no era indispensable para reunir los fenómenos de diferentes generaciones. Tu piel respira el respiro del fuego; corres el riesgo de seguir a la muerte, pero la eternidad guarda silencio, y tu corazón ha logrado amanecer en la música. Una bestia inverna en tu cuerpo, saca su cabeza para comer hierbas y arranca flores cubiertas de polvo para construir una historia al azahar. Las hierbas gritan el miedo a menudo cuando envejecen. La sed se ha perdido en las palabras: el precipicio se rompe…

Recuerdo








Cuando me cortaste el cuello,
cortaste una rama con una piedra aserrada
yo no detuve tus manos.
Como húmedas palabras me tragaba la sabia.
Y el estómago me amargaba por alguna razón,
La vida me amargaba.
La pena me golpeaba la cabeza.
El dolor me golpeaba la cabeza.
Sentía deshielo de mí por efectos de gases invernadero.
A cada paso que di pronuncié tu nombre
y mis dientes se convertían en guijarros,
mi lengua en una línea confusa.
Decías que mi vida iba a ser larga, más larga que el pasto,
que no te amaría en el jardín de los muertos.
El aroma se cerraba, amor, y nos dejaba fuera.
Tú ignorabas la hierba y hablabas...
Mi cabeza flotaba en un valle desierto
Y no podía escucharte

Si pudiera filtrarte en la luz










Si pudiera filtrarte en la luz de vértigos amatistas
ataría tu sexo a cada Irrealidad que dejé en mis ruinas
cuando sentía el ejercicio del amor.
Cada latido puede mentir- el alma puede brillar por una muerte-
como los pájaros devorar de un instante los instantes.

Déjate ver, entonces, en ese reino, y déjame vivir con mis renuncias.
Es posible que se te llene de piedras el corazón.
Es posible que se inunde tu garganta de deseos a punto de abrir, o cualquier cosa.
Y que el silencio tome el margen de tu rostro como cada unidad de la distancia.
Es muy difícil ser el fin cuando despierta (en tanta niebla) el amor, o cada cosa tonta que uno inventa.

lo unico que sacrifico



















Mi sueño no me deja dormir,
no proviene de mí, no lo sé,
pero me da su espalda.
Su nobleza postrada se adjunta a mi alrededor.
Yo me levanto como un cíclope,
yo rompo mis espacios,
como la vida tengo dos décadas en la tierra, y un Dios en los ojos .
Sé que la palabra concretará todo sonido del abismo
con sus redes y no hay miedo.
Se desprenderán de mí los guijarros
los nombres que nunca huyeron.
Lo que yo tengo no son sueños,
son águilas volando
piedras que se arrastran por no llegar al mar,
es absurdo pensar en una mujer danzante,
en un niño que mira la tarde y abraza a su padre.
Yo no poseo los dones de mi madre,
pero me anega la madrugada
Tengo buena visión, y buen significado del mundo.
Un manantial se levanta dentro de mí,
la muerte no me pertenece ni la vida,
el placer de estar extinto hace de mi sed una sequía,
a oscuras lo único que sacrifico es una mirada
que se oxida en mis estertores.

A una mujer que apredio a fumar




















Para Vanesa Vargas A.

El humo derramado en el aire
es un espíritu que pierde su cuerpo uniforme.
No es arte lo que se desvanece
sino un pájaro que no sabe como escapar de su brújula.

Yo estaba pensando aquel día sobre el espacio del cielo en mis ojos;
debilitando mi cigarrillo, creando niebla donde el frío era superior a mí.
Y no por contraste insistí en enseñarle a la joven de mi lado.
Le entregué la mitad de mi cigarrillo con incesante calor en sus arterias.
Y ella dijo que lo había intentado
que tenía intención de formar una habitación en el viento,
pero que todos los intentos resultarían inútiles.
-Cierra la garganta, que el vacío se apodere del silencio inconsciente- le dije.
Que espléndido fue haberla visto
aprender a conducir los sueños
esos que no querían salir del alma,
ver salir un paisaje hospitalario del túnel de sus labios.
Ella iba perdiendo las vértebras sin delantal del cigarrillo,
las orillas del ruido y de la noche.

A una calle sobre el vacío

Se vierte en su pureza inmóvil
la piel inédita de la tarde,
un brillo que concibió sus huesos
tiembla en el conflicto de la luz.
Esa calle es mi imaginación,
es la mentira ondulando el frío de mis teorías.
Jamás podré encontrar mis manos
deslizándose en su seno.
Jamás su interior
me enhebrará una memoria
o me morderá un perro a causa justa.
Su hoguera como sinuoso
calor de cuerpos ha cerrado los rostros de la gente.
No le pregunto a mi mente las gotas de sus imágenes;
sólo quiero concretar la mirada
que no reconstruí siglos atrás.
La lluvia ha anunciado la creación de la madrugada.
Los sueños que lamió casualmente
el polvo me rodean de avenidas.
Me cala la intimidad de mi nostalgia.
Tal vez esta calle no sea mi fe en su lugar.
Tal vez este sea el costo de mi olvido.