domingo, 20 de enero de 2008

A una mujer que apredio a fumar




















Para Vanesa Vargas A.

El humo derramado en el aire
es un espíritu que pierde su cuerpo uniforme.
No es arte lo que se desvanece
sino un pájaro que no sabe como escapar de su brújula.

Yo estaba pensando aquel día sobre el espacio del cielo en mis ojos;
debilitando mi cigarrillo, creando niebla donde el frío era superior a mí.
Y no por contraste insistí en enseñarle a la joven de mi lado.
Le entregué la mitad de mi cigarrillo con incesante calor en sus arterias.
Y ella dijo que lo había intentado
que tenía intención de formar una habitación en el viento,
pero que todos los intentos resultarían inútiles.
-Cierra la garganta, que el vacío se apodere del silencio inconsciente- le dije.
Que espléndido fue haberla visto
aprender a conducir los sueños
esos que no querían salir del alma,
ver salir un paisaje hospitalario del túnel de sus labios.
Ella iba perdiendo las vértebras sin delantal del cigarrillo,
las orillas del ruido y de la noche.

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