Amaneció en mi piel
el balcón y las palomas tempranas.
Mis ojos llenos de gentes y semáforos
te esperaban.
Era tiempo de verte
de apoyar los latidos
de tu cabeza
en mi hombro, de amarte sin respiro en tu reino.
Aquella tarde de palabras perdidas
quisiste escuchar lo que yo había perdido hace mucho.
Tú dejaste que te confiese
mis promesas, el amor aún inocente que tropezaba
en las esquinas de un cuarto,
y mi miedo mas triste.
Y todo tomaba sentido
Aunque no compartías cada línea de mi voz;
empezaste a sentirte culpable
“es que aún somos muy jóvenes”
Y las paredes de las plazas
Empezaban a tomar forma de espejismo
los árboles, hasta los niños más pobres.
Hoy no recuerdo la estación ni el día.
Qué importa el sol, o la luz deshabitada
de teléfonos públicos.
Aquella tarde no pude entenderte
No pude entenderte.
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