Despierto en medio de mi cuerpo
y no estoy muriendo,
estoy atándome un nudo al alma,
y mi corazón me amarga:
me pregunto cómo puedo tenerlo ahí.
y una descripción de mi nombre en lo lejano
crepita en un cielo raso, manchado de sangre
de las aves que escaparon de mis manos.
Estoy a punto de desaparecer, pero Dios me mira abriendo
las cortinas de mi pecho. Me dice: levántate hijo
derrama las lágrimas que tengas que derramar;
sé valiente, ¡anda! …
Él insiste. Pero yo no he arreglado los platos que dejé en la cocina
y no me he alimentado con las cucharas que se cayeron
dentro de mí. No estoy listo.
Dibujo palabras algo extensas
que existen en otros mundos, y que vienen a recogerme cuando
quiero dormir.
Tengo el afán de amar a una mujer que no me quiere
Y que puede quererme porque ha desordenado mis sueños.
vuelvo a escribir con esa insistencia de que algo
me muerda la piel, me duermo entre cuadernos,
y entre líneas algo blancas que han entrado en mi boca.
Me levanto. Y para ver si no he muerto me miro en un espejo.
Me peino un poco. Miro mi celular. Marco su número...
Aló, me responde
Escucho desvanecerse el aire en mis venas…
He decidido escribir mi nombre sobre su voz...
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