Regresé a mí
solo, por la mañana ,
cuando la cama
dejó los cigarrillos y la luna
las habitaciones.
Perdí el e-mail
de tu corazón sin carreteras,
y el número de la matricula del auto
que indicó la hora de irte.
Nunca conocí humillación
a la que la sombra de mi mano
sujetase por un tiempo,
para sobrevivir.
Yo estaba sobrio aquella tarde
bajo los faroles de la noche transeúnte
esperando que fuera mentira
la puerta cerrada de tus labios…
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